sábado, 31 de diciembre de 2022

BLAPS SP

 



Reino: animalia.

Filo: arthropoda.

Clase: insecta.

Orden: coleóptera.

Familia: tenebrionidae.

Género: blaps.


Unos habituales de nuestros campos que, a pesar de su aspecto imponente, resultan totalmente inofensivos.


La identificación de este género es bastante complicada, pues las variaciones entre ellos, a veces, es mínima. Por lo que he podido consultar, podría tratarse de blaps hispánica o lusitánica, pero no me atrevería a asegurarlo. 


El fregadero de mi cocina es una fuente inagotable de bichos. Siempre que falto algún día de casa me encuentro con algún ciempiés, escolopendra... etc. En este caso, le tocó a este simpático escarabajo aficionado a los interiores, a los lugares resguardados, motivo por el que, entre otros muchos, recibe el nombre de "escarabajo de las bodegas". 

Tiene una curiosa forma de desplazarse, con las patas estiradas y la cabeza inclinada hacia el suelo. Exactamente, en la postura que se aprecia en la foto.


 Si se le coge con la mano, o se siente especialmente amenazado, lanza un chorro de líquido que en algún sitio he visto calificarlo como maloliente. A mí me ocurrió en una ocasión y no recuerdo ese mal olor.

Se alimenta de materia orgánica en descomposición, por lo que lejos de causar daños en los cultivos, colabora en la  fertilización de la tierra.





















domingo, 26 de junio de 2022

AVISPA. POLISTES DOMINULA

 



          "ELIMINACIÓN DE PLAGAS", "REMEDIO CASERO PARA ACABAR CON LAS AVISPAS"....

Es triste comprobar que al hacer una búsqueda en internet, sean estas las primeras entradas con las que te encuentras y no el papel que estos insectos tienen en el medio natural.

Son omnívoras y entre sus presas habituales se encuentran los pulgones y orugas, por lo que controlan las poblaciones de estos insectos, tanto en la naturaleza como en los cultivos humanos. Como vegetarianas, consumen frutas maduras y tienen un papel importante en la polinización al alimentarse de néctar.

El conocimiento de las especies es limitado y continuamente aparecen nuevos descubrimientos que las sitúan  más allá de un mero equilibrio estadístico. Un reciente estudio de la Universidad de Florencia ha demostrado que el estómago de las avispas constituye una gran reserva del hongo saccharomyces cerevisiae, una levadura básica para la elaboración del vino, la cerveza y el pan. Esto es posible porque las avispas se alimentan, entre otras frutas, de la uva. Cuando las comen, depositan las levaduras de sus aparatos digestivos en las propias uvas, levaduras que posteriormente fermentarán el mosto para producir vino. A su vez, las avispas alimentan a sus larvas con un regurgitado estomacal que también contiene esas levaduras, pasando así de generación en generación. Insectos como la avispa ocupan un lugar destacado en todo este proceso, pero no solo por la función recientemente descrita, sino también por la facultad de influir en el sabor del vino gracias a la introducción de otros microorganismos. 

La "temporada" de la avispa del papel comienza en primavera con una hembra, la reina, construyendo un panal con pocas celdas, en las que introduce unos huevos de los que únicamente nacerán obreras. Mientras estas se desarrollan, sigue aumentado el tamaño y el número de miembros del grupo, llegando a los 50 ejemplares en algunos casos. A finales de verano, la reina hace una última puesta, exclusivamente de machos y hembras. Una vez fecundadas estas últimas, los machos morirán, al igual que las obreras y la propia reina. Las nuevas hembras fecundadas buscarán un lugar protegido donde pasar el invierno y cuando llegue nuevamente el calor, el ciclo volverá a comenzar.

Las avispas del papel son facilmente reconocibles cuando vuelan porque las patas le cuelgan.

sábado, 29 de enero de 2022

BALSAS PARA ABREVAR. PATRIMONIO ETNOLOGICO AL BORDE DE LA DESAPARICION.



Balsa para abrevadero en la finca Lo Montejano.

 

Cuando me enteré de que una gran parte de la zona en la que he centrado este blog, estaba en peligro de ser destruida con la construcción de un gran campo solar, comencé a hacer un repaso mental de todo aquello que se podía perder: valores naturales, paisajísticos, geológicos... y cuando llegué a los etnológicos, recordé las antiguas balsas que, de pequeño, recorría por el simple placer de ver agua y la vida que se desarrollaba en torno a ella. También recordé que todas habían desaparecido, pero que no hacía muchos años, había visto una en la finca de Lo Montejano, por lo que me encaminé al lugar y tuve la satisfacción de comprobar que, a pesar del tiempo pasado, sigue allí. Eso sí, ya fuera de uso y sin hacerle el mantenimiento necesario para que cumpla su función, aunque año tras año, si la lluvia acompaña, vuelve a llenarse.




Foto anterior: perfil de la balsa de Lo Montejano. Al fondo, la Sierra del Cristo.

Si ya es difícil sobrevivir en un clima semiárido con precipitaciones en torno a los 250 litros por metro cuadrado anuales concentradas en unos pocos meses, imagina lo que es superar un verano en el que no cae ni una gota y con temperaturas que, frecuentemente, superan los 40 grados.

Esta es la realidad a la que se han enfrentado los campesinos del sureste peninsular durante siglos. Y si bien es cierto que la agricultura se centraba en el cultivo de especies adaptadas a estos ciclos, la ganadería no podría haber subsistido sin la construcción de infraestructuras para la acumulación de agua. Los pastores no siempre disponían de surgencias con la suficiente entidad como para abrevar a un rebaño completo.

La solución a esta situación la encontraron en las balsas que acumulaban agua durante las estaciones mas lluviosas para tenerla disponible durante las mas secas.

Consisten en huecos excavados en suelos margosos (que son impermeables) y en pendiente, hacia los que se conducía el agua mediante motas. Evidentemente, los sedimentos arrastrados iban colmatando el fondo, por lo que, periódicamente, tenían que limpiarse con la ayuda de una trajilla tirada por una mula.

 Hace un tiempo encontré, en la web de la Confederación Hidrográfica del Segura, unas fotografías tomadas en el año 1929 por  Ruiz de Alda. Todo un documento de lo que era el campo en aquellos años. Al observarlas con detenimiento, veremos una serie de cráteres, que, realmente, son las balsas para abrevar. En esta fotografía, que solo abarca una pequeña zona del territorio existente entre las sierras del Cristo y Pujálvarez, he marcado, en rojo, algunas de las que he conocido. Posiblemente, otras formas circulares que se aprecian sobre el terreno lo sean también, pero no me atrevo a asegurarlo. Las tres primeras, empezando por la derecha, se corresponden  con las de Lo Pescetto (sobre la que se construyó hace unos años una balsa de riego), Lo Chumilla (desaparecida en los años 30 o 40) y Lo Montejano, aún existente.


jj


Hasta principio de los años 70 del siglo pasado, fueron un elemento presente en casi todas las fincas. El ganado era imprescindible para la supervivencia, porque la agricultura estaba limitada a las cañadas donde los cultivos podían conservar la humedad de la lluvia, durante más tiempo,  Pero las cosechas de cereales, oliva y almendra, no llegaban a cubrir las necesidades de la familia. El resto del territorio, las lomas, se dedicaban al pastoreo que, hasta aquellos mismos años, compartieron con los ganados trashumantes que bajaban desde la Sierra de Albarracín, principalmente.



Foto anterior: Balsa entre las fincas de Los Nietos y Los Ros (ya desaparecida), donde se aprecia el hueco excavado y la mota construida para conducir el agua hasta ella.

Ignoro desde cuando se vienen usando, pero no me parece descabellado pensar en que se puedan remontar a muchos siglos. Esta zona, en concreto, empezó a tener población estable en forma de casas aisladas, a partir del siglo XVIII según diversos estudios, pero el uso humano se remonta a milenios, como confirma  el yacimiento del Cabezo Negro de la Edad del Bronce, o el poblado hispano musulmán existente junto al embalse de La Pedrera,  e incluso, las  pequeñas construcciones  repartidas a lo largo de todo este valle y que, por sus cerámicas, se pueden datar también en la Edad Media. Mi propia casa está a menos de 30 metros de una de ellas. Durante todo este tiempo, la ganadería ha sido una actividad primordial y el agua, con pequeñas fluctuaciones, siempre escasa.

El valor patrimonial de las pocas que han sobrevivido, resulta incuestionable. Son testigo excepcional de la adaptación del hombre a este entorno y de una forma de vida desaparecida, con una tradición que, seguramente, se remonta a muchos siglos.

Además de su uso como abrevadero, tuvieron una función ecológica fundamental, al ser aprovechadas por la fauna autóctona. Las aves y mamíferos han soportado mejor la estación seca gracias a ellas, multitud de insectos asociados a humedales se han desarrollado en su entorno, los batracios han hecho sus puestas en ellas y no pocos reptiles, como las culebras, se han alimentado de las ranas y renacuajos que allí se refugiaban.

 Conservar este patrimonio sería signo de que vivimos en una sociedad avanzada y culta. Y si se les hiciese un mantenimiento, con un coste ínfimo, seguirían prestando un gran servicio medioambiental.