En nuestra zona, un elemento esencial del verano. No se concibe un caluroso día de verano sin el canto de las chicharras, o cigarras, que a veces se hace insoportable, alcanzando hasta los 86 Hz por lo que, para no oirse, tapan su propio aparato auditivo con una estructura llamada opérculo.
El sonido lo realizan los machos (afortunadamente solo ellos) con un aparato estridulatorio ubicado a ambos lados del abdomen.
Miden entre 3 y 4 centímetros y con las alas abiertas llegan a los 9 cm de envergadura.
Las adultas se alimentan succionando la savia de árboles y arbustos, en los que las hembras también ponen los huevos haciendo una incisión en los brotes y depositándolos en su interior. Cuando nacen las ninfas, bajan al suelo y se entierran, permaneciendo ahí durante cuatro o cinco años absorbiendo su alimento de las raices, transcurridos los cuales, salen al exterior, repitiéndose el proceso.
En ocasiones utilizan sus excreciones como denfensa, lanzando intencionadamente un chorro contra quien se aproxime a ellas.
Han constituido y constituyen, una importante fuente de alimentación para los humanos durante mucho tiempo y en la actualidad, junto a otros insectos, se vuelven a poner de moda.