Este puede ser un tema controvertido. Desde una posición estricta del ecologismo, la colocación de bebederos, comederos, etc.. no siempre se ve como algo positivo. Se pueden crear perspectivas de supervivencia de distintas especies que se verían truncadas si al cabo de un tiempo, quien los mantenía, deja de hacerlo. Efectivamente, esto tendría más validez dentro de un gran espacio protegido como sucede, por ejemplo, en Yellowstone, donde la intervención del hombre está tan limitada que ni siquiera se apagan los incendios, permitiendo así la dinámica natural de las cosas.
Sin embargo, lo cierto es que el entorno en el que nos movemos, ya está totalmente humanizado, con la mayor parte cultivado, terrenos abancalados (en el mejor de los casos), montes repoblados, etc. Si echamos un vistazo atrás, zonas como esta, eran totalmente diferentes y al ritmo que está evolucionando la agricultura, hasta el relieve habrá cambiado con el paso de unos pocos años.
Si esto lo hacemos extensivo a la flora y la fauna, nos encontramos con especies que han disminuido de forma alarmante o directamente, han desaparecido. Es sintomática la existencia, junto al Embalse de la Pedrera, de un paraje con un nombre tan sugerente como el de Cantalobos. Recuerdo, también, haber leído una referencia a un documento de época medieval sobre un enfrentamiento entre ayuntamientos por una cierva que, cazadores de Murcia, habían herido en el Puerto de Zeneta y entraron a cobrar en el término de Orihuela. Mucho más reciente, recuerdo oir contar a mi abuela que cuando se trasladó a la finca a principios del siglo pasado, había tortugas.
Todo esto, a fin de cuentas, lo digo para justificar (con todo mi respeto a otras posturas) la colocación de comederos y, sobre todo, bebederos para ayudar a la supervivencia de una fauna silvestre, cada vez más reducida y acorralada.
La idea de la colocación del bebedero la tuve después de haber instalado una caseta de obras que quedó ligeramente inclinada hacia una de las esquinas y observé que todas las mañanas, por ese lado, goteaba el agua que se había ido acumulando en el techo por el relente de toda la noche y aunque la superficie no era demasiado grande, (apenas 15 metros cuadrados) la cantidad que producía no era nada despreciable. Al final decidí dar salida al agua hacia un improvisado bebedero hecho con las bases de unas tinajas rotas y desde hace más de un año, muy raras veces ha estado seco.
El relente es mas frecuente e intenso en verano que es, precisamente, cuando mas falta hace el agua. Si a esto sumamos las, aunque escasas, ocasionales lluvias del resto del año, el aporte de agua es casi constante.